Cañon de Añisclo

Nuestra aproximación al valle de Añisclo no pudo ser peor, llegamos a la zona de noche y en medio de un aguacero, pero teníamos esperanzas de que al dia siguiente hiciera mejor.

Y efectivamente el nuevo dia nos trajo cielos claros con lindas nubecitas de algodón, que tampoco vimos mucho, porque nada más adentrarte en el cañon vas caminando por senderos imposibles que trepan por las paredes y se internan en los bosques que pueblan las laderas, y el cañon es tan estrecho que cuando sales de ellos tan solo ves una franja de cielo.

Es este desfiladero un portentoso ejemplo de lo que las fuerzas erosivas pueden hacer, primero la erosión glaciar en su parte superior y luego la fluvial producida por el rio Bellós  que salva tan fuerte desnivel en tan corto tramo que provoca que el recorrido este salpicado de numerosas cascadas.

 

 

Nada más comenzar, al poco de pasar el puente sobre el rio Bellós nos encontramos con la ermita de San Úrbez, creada aprovechando el cobijo de la roca, aunque cabe la posibilidad de empezar un poco más arriba (desde el parking donde se deja el coche en la curva de la carretera) y acercarse a ver las ruinas del molino de Asó y la cascada que hay cerca para luego volver al rio Bellós, como hicimos nosotros.
Después se continúa por el camino que sigue desde San Úrbez hasta el puente Sangón que nos lleva al márgen derecho del rio por donde se sigue subiendo en dirección a la Ripareta.

 

 

 

 

 

 

A medida que asciende, el camino se va estrechando hasta convertirse en sendero, cubriéndose a su paso por los hayedos con una alfombra de hojas, acercándose unas veces al rio y otras elevándose vertiginosamente sobre él y ofreciendo vistas espectaculares de cortados y cascadas.

 

 

 

 

Nosotros subimos hasta algo más allá de La Ripareta (zona de confluencia con el Barranco de la Pardina) punto en el que nos dimos la vuelta porque los dias en otoño ya son cortos y había que volver antes de que no viéramos ni el camino que pisábamos.

Más arriba está la surgencia de Fuenblanca que se une al rio Bellós en una espectacular cascada un poco más abajo de su nacimiento. Y más arriba aún a 2.400 metros el collado del Añisclo que mira hacia el valle de Pineta.

 

 

 

 

 

 

Para mi gusto es el valle más agreste, recóndito y bonito de Pirineos, uno de esos lugares donde perderse en la naturaleza adquiere otra dimensión.